Cd. Juárez, Chihuahua. México .

Marzo 23 de 2017    

 
 
 
https://www.facebook.com/tacoschinampaep
http://www.chihuahuapost.com
http://www.chihuahuapost.com
http://www.chihuahuapost.com

El exilio de Juárez debe concluir y regresar a Los Pinos


ESPECIAL

Por Juan BUSTILLOS

AUN recuerdo los debates con mi profesora de historia, Soledad Saldívar, sobre Benito Juárez, el Tratado MacLane-Ocampo, las Leyes de Reforma, la desamortización de las “manos muertas” (en realidad los bienes en poder de la Iglesia Católica), el Contrato civil y todos los temas que me imbuía don Luis Lizardi, el buen cura tipo “Don Camilo” de Giovannino Guareschi, que habría sido un gran lector de mi amigo Hugo Valdemar, el incendiario editor de “Desde la Fe”.

La maestra Soledad era “roja”, es decir, seguidora del doctor Rafael Campos, hombre bueno entre los buenos, tan bueno como su antagonista, don Luis, que de no haber sido cura educador de jóvenes habría sido cartero, como casi toda su familia, o mariachi, pues nació en el mero Tecalitlán y no cantaba mal las rancheras.

El doctor Campos, que alguna vez fue presidente municipal y diputado federal por Teziutlán, era discípulo de Vicente Lombardo Toledano y, obviamente, lideraba al Partido Popular Socialista. Doña Chole era juarista; no faltaba más.

Y nosotros, algunos de los discípulos de don Luis, antijuaristas fanáticos que llegamos a tragarnos la versión absurda del obispo que a la hora de consagrar el cuerpo de Cristo, en el preciso instante en que moría Juárez, lo vio descender al infierno, quizás para encontrarse con algún Papa. Lo fuimos hasta que los debates con el cura y la profesora nos convencieron, a muchos, de que Juárez es, con José María Morelos, de lo mejor que tiene nuestra historia.

Poco antes del inicio del sexenio me atreví a sugerir por escrito -y sé, a ciencia cierta, que la tarjeta llegó a su destino- que el gobierno de Enrique Peña Nieto debía rescatar a Benito Juárez del exilio en Gobernación, a donde lo envió Marta Sahagún cuando ocupó la oficina, en Los Pinos, que desde Lázaro Cárdenas fue de los Presidentes anteriores a Vicente Fox.

En realidad, el gran retrato de Juárez, pintado por Enrique Delauney, a partir de un original de Tiburcio Sánchez de la Barquera, no llegó a la Secretaría de Gobernación sino hasta que Santiago Creel lo rescató de la bodega en donde lo refundió Fox, de lo contrario, quizás ya se lo habrían tragado los ratones. Hasta hoy preside el salón llamado “Juárez” en su honor.

Debo reconocer que Juárez no es un retrato ni los miles de bronces, calles y escuelas con su nombre que hay por todo el territorio nacional, pero su presencia en Los Pinos en cualquier tiempo, más aún en los que vivimos, asediados por una potencia extranjera, es más que simbólica.

Desde el sillón de visitantes, bajo un cuadro de Diego Rivera, lo miré incontables veces con la banda tricolor cruzada sobre el pecho y la mano derecha recargada sobre una mesa observando la espalda del Presidente en turno; imaginaba que la dureza de su mirada obligaba a los mandatarios a pensar 2 veces antes de firmar documentos trascendentes. Quizás al último que vio fue a Ernesto Zedillo reconociendo la derrota de Francisco Labastida ante Fox el 2 de julio del 2000; 4 meses después lo enviaron a la bodega de donde lo rescató Creel.

Me dirán que se trata de nostalgia de liberal decimonónico, de jacobino trasnochado o de masón fuera de época fugado de una novela de Dan Brown, pero como dijera la querida maestra Saldívar, lo último que debemos permitirnos es olvidar a los verdaderos héroes, de carne y hueso, que tenemos, Juárez el más grande, a pesar de los severos juicios del padre Lizardi.

Sin duda es de gran valor el decreto presidencial para que los jóvenes estudiantes que regresen a nuestro país por cualquier razón, en especial la aberrante política de Donald Trump, “puedan incorporarse, sin dificultades, a nuestras escuelas públicas (para) que continúen su proyecto educativo”, como explicó Peña Nieto en la ceremonia del martes pasado, es decir, hacerles menos tortuoso el proceso de revalidación de estudios.

Pero creo que el 21 de marzo debe seguir siendo el Día de Juárez en la agenda presidencial, por encima de cualquier otro evento.

Y sí, aún sigo pensando que el exilio de Juárez debe concluir, aunque Miguel Osorio Chong me diga que el retrato de Delauney está bien en Gobernación.

<< Regresar

IMPRIMIR